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  • Foto del escritorBelia Madrid

¿Cómo manejar mis emociones ante la crisis del país?


Vivir en un país en crisis puede generar una amplia gama de emociones intensas y complejas. La incertidumbre, el miedo, la ira, la tristeza y la frustración son sentimientos comunes que pueden abrumar a las personas.


Las crisis políticas, económicas o sociales en un país pueden generar una sensación de inestabilidad e inseguridad. A menudo, las personas se sienten impotentes, lo que puede desencadenar respuestas emocionales como ansiedad, estrés y temor. Los eventos que afectan directamente la calidad de vida —como la inflación, el desempleo o la violencia— pueden llevar a un estado de vulnerabilidad emocional. La respuesta a estas crisis suele incluir emociones de frustración, enojo, o incluso desesperanza, ya que muchas personas sienten que no tienen control sobre su entorno inmediato.


La incertidumbre es una de las principales fuentes de ansiedad en tiempos de crisis. No saber qué sucederá a continuación, si las condiciones económicas mejorarán o si la situación política se estabilizará, puede amplificar los sentimientos de miedo. Este tipo de ansiedad puede manifestarse en dificultades para concentrarse, interrupciones del sueño, y la tendencia a sobreanalizar o preocuparse excesivamente por el futuro. Es común que las personas traten de buscar soluciones rápidas para calmar la angustia, aunque muchas veces la realidad no permite un control inmediato sobre la situación.


La sensación de impotencia es otra reacción psicológica ante las crisis. Cuando las personas sienten que no tienen control sobre el curso de los eventos, pueden experimentar una disminución en su sentido de autoeficacia, lo que conduce a la falta de motivación, apatía y en algunos casos, depresión. Para algunos, esta sensación de impotencia puede ser abrumadora y provocar una retirada emocional o conductas de evitación.


El estrés crónico es una respuesta común a las crisis prolongadas, ya que los eventos que afectan la seguridad financiera, la estabilidad política o la seguridad física pueden generar altos niveles de cortisol en el cuerpo. Esto no solo afecta la salud física (provocando síntomas como problemas cardíacos, fatiga o enfermedades gastrointestinales), sino también la capacidad de gestionar eficazmente las emociones. El estrés crónico puede debilitar la resiliencia emocional, haciendo más difícil lidiar con los problemas cotidianos.


Diversos autores en el campo de la psicología han profundizado en cómo las crisis impactan nuestro bienestar emocional. Lazarus y Folkman, por ejemplo, nos recuerdan que nuestra respuesta emocional ante una crisis no depende tanto del evento en sí, sino de cómo lo interpretamos. Si percibimos una situación como amenazante y sin recursos para enfrentarla, es más probable que experimentemos emociones negativas como miedo o ansiedad. Por otro lado, Hobfoll nos habla de la importancia de nuestros recursos personales en momentos de crisis. Estos recursos, que pueden ser materiales, sociales o psicológicos, nos ayudan a afrontar las adversidades. Cuando sentimos que nuestros recursos se agotan, nuestra capacidad para manejar la situación se ve comprometida. Finalmente, Bandura destaca el papel fundamental de la autoeficacia. Creer en nuestra capacidad para superar los desafíos y encontrar soluciones nos brinda una mayor sensación de control y reduce el estrés. En resumen, comprender cómo evaluamos las situaciones, cómo gestionamos nuestros recursos y cómo valoramos nuestras capacidades es crucial para desarrollar estrategias efectivas de afrontamiento en tiempos de crisis.


EL IMPACTO PSICOLÓGICO DE UNA CRISIS NACIONAL


Una crisis nacional puede desencadenar una serie de reacciones psicológicas, incluyendo:


  • Estrés crónico: La exposición prolongada a situaciones estresantes puede debilitar el sistema inmunológico y aumentar el riesgo de desarrollar trastornos mentales.

  • Ansiedad y depresión: La incertidumbre sobre el futuro y la sensación de falta de control pueden generar ansiedad y depresión.

  • Trastorno de estrés postraumático (TEPT): Experiencias traumáticas relacionadas con la crisis pueden llevar al desarrollo de TEPT.

  • Trastornos del sueño: Dificultades para conciliar el sueño, despertares frecuentes y pesadillas son comunes.

  • Aislamiento social: La crisis puede llevar a un aislamiento social y dificultar el mantenimiento de relaciones interpersonales saludables.


ESTRATEGIAS PSICOLÓGICAS PARA MANEJAR LAS EMOCIONES


  • Mindfulness y la atención plena: El mindfulness ayuda a centrarse en el presente y a reducir la ansiedad sobre el futuro incierto. Esto permite gestionar mejor las respuestas emocionales, ya que promueve una visión más equilibrada de la realidad.


  • Pensamiento positivo y reevaluación de pensamiento: Cambiar la forma en que se perciben las situaciones de crisis a través de la reestructuración cognitiva puede ayudar a ver las oportunidades en medio de la adversidad. No es una negación de la realidad, sino más bien una búsqueda de resiliencia.


  • Comunicación y apoyo social: En tiempos de crisis, contar con una red de apoyo es crucial. Expresar emociones y compartir experiencias puede aliviar la carga emocional y generar un sentido de pertenencia y comprensión.


  • Establecer límites informativos: Dado que las noticias pueden aumentar la ansiedad, es importante establecer límites sobre el consumo de información. Evitar sobreexponerse a noticias negativas puede ayudar a reducir la sensación de angustia y desesperanza.


  • Autocuidado y rutinas de salud mental: Mantener una rutina diaria que incluya actividad física, alimentación balanceada y prácticas de relajación (como la meditación) es fundamental para mantener el equilibrio emocional.


Manejar las emociones durante una crisis nacional requiere una combinación de autoconciencia, resiliencia y estrategias activas de afrontamiento. En tiempos difíciles, como crisis económicas, políticas o sociales, el malestar emocional es común, pero las herramientas psicológicas adecuadas pueden ayudar a gestionar esas emociones de manera efectiva. Este proceso comienza con la validación emocional, reconociendo los sentimientos de ansiedad, miedo o tristeza, en lugar de reprimirlos, lo cual permite un mejor manejo de las reacciones psicológicas.


Uno de los pilares clave es practicar la resiliencia, entendida como la capacidad de adaptarse y recuperarse ante la adversidad. Esto puede lograrse cultivando una mentalidad consciente y positiva, aceptando que si bien las crisis pueden ser inevitables, es posible cambiar la manera en que se enfrentan emocionalmente. El autocuidado es otro componente esencial para mantener el bienestar en medio de la crisis: técnicas de relajación como la respiración profunda o el mindfulness, la actividad física regular y una buena calidad de sueño son fundamentales para reducir el estrés.


El apoyo social juega un rol importante en la resiliencia emocional, ya que hablar con personas de confianza o participar en redes de apoyo puede aliviar la carga emocional. Sin embargo, también es importante establecer límites con la información. La sobreexposición a noticias negativas o desinformación puede incrementar la ansiedad. Limitar el consumo de medios y optar por fuentes confiables es una forma de proteger el bienestar emocional.


Finalmente, no debe subestimarse la importancia de buscar ayuda profesional. Si el malestar emocional se torna abrumador, un psicólogo puede proporcionar herramientas especializadas para mejorar la gestión de las emociones y superar el estrés de manera saludable.


Con estas estrategias, se puede desarrollar una mayor capacidad para navegar tiempos difíciles, manteniendo el control sobre las emociones y construyendo una resiliencia emocional más fuerte.


BIBLIOGRAFIA:

Bandura, A. (1977). Social learning theory. Prentice Hall. Folkman, S. (2008). The Oxford handbook of stress, health, and coping. Oxford University Press. Hobfoll, S. E. (1989). The psychology of stress. Guilford Press. Lazarus, R. S. y Folkman, S. (1984). Stress, appraisal, and coping. Springer. Linehan, M. M. (1993). Cognitive-behavioral treatment of borderline personality disorder. Guilford Press. Meichenbaum, D. (1977). Cognitive-behavior modification. Plenum Press.






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