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Reconociendo e integrando tu sombra

  • Foto del escritor: Lérida Euceda
    Lérida Euceda
  • 23 abr
  • 3 Min. de lectura

¿Alguna vez te has preguntado por qué parece tan difícil amarnos al cien por ciento? Elegir lo mejor para nosotros, ejecutarlo, vernos al espejo y pensar solo cosas bonitas sobre lo que vemos... suena como el sueño, ¿verdad? Pero en lugar de eso, ¿por qué casi siempre nuestra primera reacción es autodestruirnos o destruir a otros con nuestros pensamientos? ¿Por qué lo primero que notamos (y, seamos sinceros, lo único que parece que podemos ver a veces) es lo “malo”?


Te cuento, yo también solía preguntarme esto. Y después de tanto darle vuelta al asunto, la vida me reveló un concepto: la sombra. Sí, ¡la sombra! No es tan dramático como en las películas de terror, pero créeme, cuando entiendes de qué se trata, el asunto se pone interesante. Desde que somos chiquitos, los adultos que nos rodean (y el entorno, obvio) nos empiezan a alimentar con narrativas sobre todo lo que debemos y no debemos hacer. Y lo hacen… desde su propia sombra. Así que, si alguna vez un adulto te dijo: “¡Qué tremendo eres!”, esa era su sombra hablando (y aun no la tuya jaja, asi que tranquila/o).


Esto suele sonar más o menos así: “¡No te cansas de hablar tanto! ¿A dónde tienes espacio para comer todo eso? ¡Ay, quédate quieto ya! Es como si fuera imposible para ti estar en calma. ¡Qué tremendo, qué tremenda eres!”


Y ahí es cuando nuestro cerebro, como si fuera un procesador de datos barato, interpreta todo esto como: "Ah, si hablo mucho, a X o a Z no les gusta. Si no me quedo quieto, molesto a los demás. Alguien se fija en cuánto como, ¡y parece que como demasiado!" ¿Te suena familiar, verdad?


Entonces, claro, ajustamos nuestro comportamiento. Al final de cuentas, todos buscamos ser aceptados y, si es posible, amados y celebrados. Así que aprendemos a esconder esas partes de nosotros que podrían hacer que los demás nos rechacen.


Pero, claro, ¿dónde esconder tantas cosas? Ah, ahí es cuando se nos ocurre: ¡detrás de una máscara! Así, podemos ser una versión más aceptable de nosotros mismos. Y, poco a poco, nos vamos acostumbrando tanto a esas máscaras que, si no tenemos cuidado, lo que realmente somos se pierde en el olvido, como en un ático oscuro (y probablemente lleno de polvo y una que otra araña).


Entonces, en medio de todo esto, nuestra sombra comienza a tomar forma, hasta que llega el momento en que ya no podemos ignorarla más. Se asoma, un poquito aquí, un poquito allá, y nos damos cuenta de que está ahí, rondando. La sombra es eso que escondemos tanto de los demás, que hasta nosotros mismos a veces ni la reconocemos. Es todo eso que nos avergüenza, y que pensamos que si los demás lo supieran, nos mirarían distinto, nos rechazarían, o peor… ¡nos dejarían de querer!


Es lo que creemos que, al salir a la luz, nos haría menos amados, menos aceptables, menos propios, menos correctos… y menos perfectos, tanto ante los ojos de los demás como ante los nuestros.


Y aquí viene la parte más interesante: ¡no es así! Todo lo que hemos negado y escondido, eso mismo es lo que clama por ser reconocido. Y cuando finalmente lo hacemos, ¡es cuando realmente empezamos a liberarnos!


Porque, al final de cuentas, la vida es dual. El día y la noche, lo masculino y lo femenino, y así como la pizza tiene masa y salsa (¡y que ni se le ocurra a tu mente monito sin una o la otra porque eso ya no es pizza seria pasta!).


Ninguno de estos aspectos es mejor que el otro; ambos son igualmente poderosos y necesarios para que podamos apreciar el contraste y tener una visión más clara de la vida.


Integrar estos aspectos en nuestra vida nos aporta balance. Nos permite abrir el corazón, abrazar nuestras imperfecciones y, sobre todo, ser mucho más compasivos con nosotros mismos y con los demás. Nos ayuda a vernos sin juicio, a aceptarnos como somos, y nos permite darle espacio a otros para que también sean ellos mismos.


Abrazar tu sombra y ponerle un foco al ático es la llave hacia el amor incondicional y la liberación del alma. Y si te preguntas qué hay después de eso… ¡la imperante transmutación de la sombra colectiva! Así que, ya sabes, si te encuentras luchando con tu sombra, ¡no es un error! Es solo el primer paso hacia un viaje de autoliberación, ¡y quién sabe qué maravillas te esperan!





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